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En
todos los grupos sociales existen normas y reglas que facilitan la convivencia,
ya que de no ser así la vida entre varias personas con distintos intereses,
ideas… sería difícil de llevar, sobre todo cuando deben respetarse los
derechos y deberes que cada uno tiene.
La escuela,
como institución educativa, es una formación social en dos sentidos: está
formada a partir de la sociedad y a la vez expresa a la sociedad. Por
ello, una de las funciones docentes es la de gobernar y gestionar el aula
estableciendo límites, que en la etapa de Educación Infantil deben ser
especialmente claros y concisos por las características inherentes a estas
edades.
Así, las normas
ayudarán al niño a que pueda saber qué se espera de él, o hasta dónde
puede llegar en su comportamiento. De esta manera el niño en todo momento
podrá saber cómo y cuándo debe hacer una cosa, además de empezar a reconocer
entre lo que está permitido y lo que no.
Asimismo, estos
límites permitirán a los niños actuar con confianza ya que conocen qué
comportamientos son adecuados, les proporcionan seguridad y evitan la
aparición de conflictos, fomentando valores como el respeto, la tolerancia y la responsabilidad, que sienten
la base de su personalidad adulta.
Es por ello
que en Educación Infantil debemos empezar a trabajar una serie de normas
que permitan al niño su integración en la sociedad, entre las que destacan
las relacionadas con la interacción social (saludar, despedirse, dar las
gracias, pedir las cosas por favor, escuchar, pedir perdón…), la higiene
(taparse la boca al toser o estornudar, sonarse bien la nariz, ir al baño
solos, lavarse y secarse las manos…), el orden (ordenar sus pertenencias,
recoger los juguetes y material de trabajo, tirar los papeles a la papelera…),
el trabajo personal (hojas sin arrugar, trabajos limpios, no molestar
al compañero…), y las relaciones con los demás (respetar a los compañeros
y al profesor, compartir, no pegarse ni discutir, respetar las normas
de los juegos…). Todo ello enmarcado en un ambiente lúdico y de confianza,
en el que todos los miembros del aula las asuman como propias.
Estrategias
Para
ello, podemos utilizar una serie de estrategias que permitan la interiorización
de dichas normas:
* Consensuar
las normas de acuerdo con los niños: todos los miembros toman conciencia
de las ventajas e inconvenientes de su cumplimiento.
* Establecer
las mínimas reglas negativas, destacando las positivas.
* Buscar siempre
una buena razón para cada norma.
* Siempre que
aparezca un problema, aplicar o intentar crear una regla que ayude a solucionarlo,
implicando activamente al niño en la búsqueda de la regla o norma que
lo solucionaría.
* No establecer
demasiadas normas.
* Crear un
código que facilite la extinción de las conductas inadecuadas (contar
hasta tres, mirarles fijamente…).
* Acompañar
cada norma con una imagen que la represente para que sea comprensible
para los niños.
* Utilizar
un lenguaje sencillo y adaptado a las capacidades de los niños.
* Prestar atención
cuando realice las conductas deseadas (refuerzo) y en caso contrario retirársela.
* Ser coherentes
entre lo que se exige al niño y lo que nosotros hacemos.
Consecuencias
Debemos
tener muy claro que los niños aprenden de la experiencia. Si su comportamiento
no se ajusta a las normas establecidas, aparecerán una serie de consecuencias,
y aprenderán que ellos pueden modificar dichas consecuencias modificando
su comportamiento.
A modo de ejemplo,
algunas consecuencias podrían ser:
Tiempo fuera:
sacar al niño de la situación en la que se encuentre cuando realiza la
conducta que deseamos suprimir. Podemos utilizar “la silla de pensar”
o “el rincón del aburrimiento”.
Cambio del
contexto estimular: cambiar la ubicación del alumno hasta que
finalice la conducta inapropiada. Puede ser sentarle
al lado de la maestra, cambiarle de compañeros…
Pérdida
de reforzador positivo: quitar, como consecuencia de la conducta,
algo que gusta al niño. Por ejemplo, no podría utilizar
el rincón de juegos o no podría usar el arenero. O se limitaría el tiempo
que puede estar en cada uno de los rincones del aula o en el patio.
Sobrecorrección: corregir
los defectos de la conducta inapropiada. Así, si un niño tira comida en
la mesa, se le pedirá limpiarla completamente.
Podemos concluir
destacando que las normas ayudan a la construcción de ambientes seguros
y estables para los niños y niñas, un factor imprescindible en estas edades.
Éstos/as, por sus características, necesitan saber a qué atenerse, cuáles
son sus posibilidades y sus límites. Estableciendo unas normas claras
en el aula contribuiremos a sentar las bases de la personalidad de nuestros
alumnos.
María
Belén García Varillas
Profesora de Educación Infantil en el CEO “Miguel
Hernández”, de Macotera (Salamanca).
Silvia Sánchez Marcos
Profesora de Educación Infantil en el CRA “Fuenteguinaldo-Azaba”,
de Fuenteguinaldo (Salamanca).
BIBLIOGRAFÍA:
-Morrison,
G. (2005): Educación Infantil. Madrid: Pearson Educación.
-Peñafiel,
E. Y Serrano, C. (2010): Habilidades sociales. Madrid: Editex.
-Zurbano
Díaz de Cerio, J.L. (1998): educación para la convivencia y para la paz.
Gobierno de Navarra. Departamento de Educación y Cultura.
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