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JULIA
FERNÁNDEZ
Preservar y difundir la información
y el conocimiento han sido dos de los grandes desafíos a los a los que
toda sociedad debe enfrentarse. En su tercer centenario, la Biblioteca
Nacional, la biblioteca de todos, está orgullosa de haber cumplido brillantemente
estos objetivos a lo largo de su trayectoria. Valorada entre las cinco mejores
bibliotecas del mundo, con un fondo que se estipula en torno a los 30
millones de documentos, la Biblioteca Nacional de España contiene, entre
sus innumerables joyas, y por citar solo algunas, códices de incalculable
valor (como el Beato de Fernando I o el Cantar del mío Cid),
la biblioteca del infante don Sebastián de Braganza (con ciento cuarenta
y cuatro manuscritos, sesenta y ocho incunables y mil ochocientos veintiún
impresos), la colección Valentín Carderera (con más de setenta mil estampas
y dibujos), la del arabista Pascual de Gayangos, la del duque de Osuna
y el legado Comín Colomer. Y de ello habla Biblioteca Nacional de España:
300 años haciendo historia, la muestra organizada por la BNE Y Acción
Cultural Española (AC/E) y comisariada por el catedrático José Manuel
Lucía, eje de los actos conmemorativos de este tercer centenario.
El máximo de libros
“Habiendo resuelto establecer una Bibliotheca,
y colocarla dentro de mi Real Palacio de Madrid, se ha juntado en ella
el mayor número de libros que hasta ahora se ha podido, con algunos manuscritos,
varios Instrumentos matemáticos, porción de monedas, medallas y otras
curiosidades, para cuya subsistencia y manutención, la he dotado con ocho
mil pesos de renta a el año, asignándolos en las de el tabaco y naipes
del reino”, escribía
Felipe V en los Estatutos de la fundación de la Biblioteca. Con su firma,
finalizaba el proyecto iniciado en diciembre de 1711, cuando su confesor
le propuso la creación de la Biblioteca Pública de Palacio, siguiendo
el modelo de la Bibliothèque du Roi parisina. Ubicada en distintas sedes
hasta que, por orden de Isabel II, llega al actual madrileño Paseo de
Recoletos, la Biblioteca mantuvo su dependencia real hasta el siglo XIX,
en que su titularidad y gestión pasó a ser patrimonio de todos los españoles.
La directora de la BNE , Gloria Pérez-Salmerón, resumía así la experiencia:
“Hoy, trescientos años después, aquel esfuerzo pionero que consagró el
rey con su firma, dando carta de naturaleza a la primera institución que
en España puede calificarse inequívocamente de “pública”, es una de las
primeras bibliotecas del mundo”.
La riqueza y variedad de sus fondos tiene su fuente en que desde su creación
la Biblioteca se concibió como un organismo vivo y en constante crecimiento,
estableciendo dos mecanismo fundamentales para la adquisición de fondos
que siguen vigentes hoy: dotar a la Biblioteca con una partida para la
compra de ejemplares (la adquisición del Códice Daza –el único
cuaderno manuscrito que conocemos de Lope de Vega-y del Códice de Trajes han
sido las dos últimas grandes incorporaciones) y exigir a los impresores
que depositaran un ejemplar de cada libro que se editara en España, una
medida que más tarde pasó a incluir mapas y planos, grabados, partituras
musicales y publicaciones periódicas.
Dibujos de Velázquez
Tres espacios diferentes: Historia, Trabajos
y Desafíos y retos de la tecnología, estructuran temáticamente el relato
de la muestra. El primero, el más amplio, da cuenta de su historia, prestando
especial atención a sus ricas colecciones y a la variedad de sus fondos:
bibliográficos, iconográficos, cartográficos, sonoros, fotográficos, audiovisuales,
ephemera… En esta primera sección se exponen algunos de los manuscritos,
libros y objetos que pudieron admirar, leer y estudiar los primeros lectores
de la Biblioteca.
Entre los tesoros se encuentran dos manuscritos autógrafos de Leonardo
da Vinci, Tratado de estática y mecánica y Tratados varios de
fortificación estática y geometría, conocidos como Códices Madrid
I y II, cuyo examen permite al lector reconstruir el proceso creativo
de una mente prodigiosa, con sus hallazgos y pentimenti.
También se exhiben monedas como las Imitaciones de sestercios romanos,
diseñadas por Giovanni di Bartolomeo da Cavino (1500-1570), que nos recuerdan
que la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico Nacional no sólo comparten
en Madrid el mismo edificio sino que acumulan ciento cincuenta años de
historia común. Antes de independizarse en 1867 como Museo Arqueológico
Nacional , éste era el Museo de Medallas y Antigüedades de la Biblioteca
Nacional, ya que a
lo largo del siglo XVIII las bibliotecas no estaban solo compuestas de
libros sino por colecciones de monedas, antigüedades y productos del mundo
natural.
El globo celeste, de madera, estuco y metal, procedente de la biblioteca
del primer ministro Manuel Godoy, del que también la Biblioteca conserva
su despacho, es otra pieza expuesta, junto al manuscrito Las siete
partidas de Alfonso X El Sabio, los dos dibujos de muchacha de Diego
Velázquez o el primer plano que se conoce de la Villa y Corte de Madrid.
Fotografías de Charles Clifford, Jean Laurent o Vicente Ibáñez, además
de imágenes de ambos bandos de la Guerra Civil, muestran el alcance del
fondo fotográfico de la BNE; mientras que partituras donadas o encargadas
por Felipe V y sus sucesores, y originales firmados por Tomás de Bretón
o el manuscrito del concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, lo hacen
en el ámbito de la música.
Avance tecnológico
¿Cómo se amplían y completan las colecciones
de la BNE? ¿Cuáles han sido los catálogos que han dado a conocer sus fondos
a lo largo de la historia? ¿Y los problemas de conservación de sus ejemplares,
los medios con que cuenta la BNE para preservar su rico patrimonio? A
estas y a algunas preguntas más da respuesta el segundo apartado de la
muestra, que acerca al visitante los procedimientos técnicos que, día
a día, se realizan dentro de una biblioteca para cumplir los servicios
que tiene asignados por ley. Entre ellos se encuentra el ambicioso programa
de digitalización con el que la Biblioteca Nacional mira al siglo XXI:
la Biblioteca Digital Hispánica, un recurso en línea que proporciona acceso
libre y gratuito a miles de documentos digitalizados que, como comenta
la directora de la
BNE, “es algo que hace a la institución más “pública” que nunca”.
Entre las piezas de esta sección está el primer ordenador portátil, del
año 1996, o el primer ordenador de mesa que se usó en la Biblioteca Nacional.
El final de la muestra plantea un recuerdo a los autores, a los escritores
que, como dice el comisario José Manuel Lucía, “están en el origen de
la memoria escrita; el escritor que está en los autógrafos, en los archivos
personales, en los materiales previos al texto definitivo”.
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