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Madrid.
JULIA FERNÁNDEZ
En estudio,
entre debates transatlánticos creacionistas, en plena era tecnológica,
con el imaginario saturado de imágenes que hacen ñoña cualquier simulación
de lo que fue real, sin más que nuestra propia historia y nuestros propios
restos como especie, con la gran responsabilidad de mostrar el más antiguo
yacimiento de fósiles humanos de Europa y como huellas fehacientes de
la gran cadena de sujetos y hechos que el ser contemporáneo lleva tras
de sí, Atapuerca y la evolución humana recala, en un primer broche
de su recorrido por distintas ciuda-
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des
españolas, en el Museo Arqueológico Nacional, el mejor escenario posible
para el testimonio que encierra su apuesta argumental.
“No lejos de
la Gran Dolina se encuentra un lugar mágico –afirma el director de la
exposición y codirector del Equipo de Investigaciones de Atapuerca- Se
trata de la Sima de los Huesos, donde hace 400.000 años se acumularon
una treintena de homínidos, formándose el mayor yacimiento de fósiles
humanos que se haya excavado nunca. El yacimiento se encuentra emplazado
al pie de una sima de trece metros de profundidad y a medio kilómetro
de la entrada de la Cueva mayor. En este caso la acumulación de fósiles
humanos no se debió a un episodio de canibalismo, sino a que otros humanos
depositaron en el yacimiento los cuerpos de sus muertos. Representa la
más antigua evidencia de práctica funeraria”. Singularidad de lo humano:
singularidad del yacimiento prehistórico de Atapuerca, el mayor tesoro
encontrado en nuestras tierras acerca de cómo simbólicamente accedimos
al misterio que supone la vida.
Homo
antecesor
En
la zona 5 del recorrido de esta muestra -después de atravesar una impactante
introducción en la que un cráneo de Homo sapiens se enfrenta a un chimpancé
como espejo de su irracionalidad aún presente, una documentada sucesión
de preguntas y respuestas acerca de la evolución genética, un resumen
de los hallazgos craneales que representan la genealogía africana de la
humanidad, a partir de Lucy, que desembocan en Atapuerca y la descripción
geográfica del yacimiento en sí- el visitante se topa cara a cara y en
primicia mundial con la reconstrucción rigurosa de la cabeza del Homo
antecesor, realizada a partir de los fósiles encontrados en la Gran
Dolina y pieza central en esta extraordinaria inmersión en el origen del
hombre que, bajo la dirección de Juan Luis Arsuaga y el apoyo de la Fundació
Caixa Catalunya, el Ministerio de Cultura y la Universidad Complutense
de Madrid, ha organizado el Equipo de Investigaciones de Atapuerca con
el documentalista cinematográfico y fotográfico ligado al proyecto Atapuerca,
Javier Trueba. Una cabeza que atraviesa 800.000 años, que resume los hallazgos
que se realizaron en las campañas de excavación de 1994 y 1995 en el yacimiento
de la Gran Dolina y que configura un nuevo escalón entre el Homo
Neanderthalensis y el Homo sapiens de nuestra propia especie:
la imagen de los primitivos pobladores de esta Europa que hasta el trabajo
realizado en Atapuerca se imaginaba no más de 500.000 años habitada.
Simbolismo
o azar
Más
de veinte vitrinas, treinta y dos grandes paneles fotográficos, monitores
con animaciones informáticas, proyecciones de imagen fija y una sala de
proyección cinematográfica, tableros de texto y fotografía, cajas de luz...en
un total de 450 metros cuadrados son datos del enorme esfuerzo técnico
y arquitectónico que ha supuesto este montaje expositivo que, en cada
nueva presentación a la sociedad española, adhiere sin rupturas aquellos
nuevos conocimientos que se han ido encontrando o asentando en el continuo
trabajo arqueológico que se lleva a cabo en los Yacimientos Pleistocenos
de la Sierra de Atapuerca, ya que son, así lo avala la UNESCO y la comunidad
científica europea, un legado de la mayor importancia para la comprensión
de la historia de la humanidad. Una joya de la investigación prehistórica
que no sólo ha alumbrado al Homo antecesor sino que ha, también, dado
algunos pasos en el absoluto misterio que representa aún el inicio en
lo simbólico por el humano: aquí está el bifaz “Excalibur”, una hacha
de mano, único resto de industria lítica encontrado en la Sima de los
Huesos, sobre la que ya cae el significado de ser la primera ofrenda funeraria
conocida del ser humano: ¿Símbolo o azar? Una pregunta que la muestra
responde con una reproducción que lo avala como el gesto compasivo con
el muerto en la prehistoria de nuestra mente y nuestras emociones: el
símbolo que da comienzo al hecho singular de lo humano.
¿Qué contiene
la Sierra de Atapuerca que la convierte en un lugar único?. ¿Qué hace
que esta exposición ahora, y hasta el 12 de marzo, en el Museo Nacional
de Arqueología sea un extraordinario suceso? El impulsor y divulgador
tanto de la investigación del yacimiento como de la muestra lo resume
en estas últimas frases: “En síntesis, Atapuerca es un registro arqueológico
y paleontológicomuy continuo que abarca el último millón de años, y tal
vez más. La mayor parte de los yacimientos prehistóricos, hablando en
general, se sitúan en un momento concreto del tiempo geológico, o comprenden
una época limitada. Por muy importantes que sean, siempre representarán
tan sólo una página arrancada de un capítulo del gran libro de la Historia
del Hombre. Por el contrario, en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca
se conservan muchas de esas páginas. Es posible estudiar en este rincón
burgalés los cambios que en el último millón de años se han producido
en los climas, en los ecosistemas, en las actividades humanas, en su tecnología
y, por último, en los propios seres humanos. Esa es la grandeza y también
la exigencia de la empresa científica de Atapuerca”. Una realidad que
nos hace crecer como humanos.
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