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En
España sólo cinco de cada cien adultos de entre 25 y 65 años continúa
estudiando
a lo largo de la vida
«Para
un año, sembrad cereales. Para una década, plantad árboles. Para toda
la vida, educad y formad a la gente». Esta afirmación que parece ajustarse
a la realidad de nuestro tiempo ya rezaba en un proverbio chino del año
645 antes de Cristo. Una cuestión que, a pesar de la ser uno de los retos
más importantes que tiene por delante la educación, todavía no ha calado
hondo en la sociedad.
El hecho de
que los sistemas educativos hayan incorporado el aprendizaje permanente
como prioridad en su diseño responde a la necesidad de evitar la exclusión
social y laboral de jóvenes sin titulación básica ni competencias reconocidas,
adultos sin formación, inmigrantes y trabajadores de mayor edad para los
que el acceso a una formación resulta prioritaria.
No obstante,
y a pesar de su importancia, en Europa sólo el 8 por ciento de los adultos
de entre 25 y 65 años participa en esta modalidad de aprendizaje. Una
cifra bastante alejada del 12,5 por ciento propuesto por los países de
la UE para 2010 y que evidencia que existe una importante brecha entre
la realidad y el fin que persiguen los gobiernos europeos. ¿El porqué?
Habría que buscarlo en la escasa flexibilidad laboral, en la escasez de
centros, la falta de formación del profesorado, de información o en la
falta de inversión.
Universidad
de la experiencia. Una
cuestión sobre la que docentes, expertos y alumnos reflexionaron durante
la celebración del «Primer Festival del Aprendizaje a lo largo de la Vida
y Educación de Personas Adultas en España» que tuvo lugar por primera
vez en nuestro país el pasado viernes y que se celebró en la Facultad
de Humanidades de la UNED. Manuel Pérez Castell, presidente de la Federación
Española de Universidades Populares (FEUP) señala que «los españoles creemos
que hay más tiempo que vida y yo creo que hay que darle vida al tiempo».
En este sentido, precisa que en nuestro país sólo existen dos millones
de personas (4,9 por ciento) que apuestan por el aprendizaje permanente
y aboga por crear en Europa «una Universidad de la experiencia». Muchas
de ellas asisten a los centros de educación de adultos, vuelven a la Universidad
o apuestan por las ventajas de la educación a distancia. Pero para que
ello sea posible, también es necesario establecer planes específicos de
formación para el profesorado que imparte la educación de personas adultas.
Así, se hace
necesaria una mayor implicación de las Administraciones públicas e interlocutores
sociales -públicos y privados- para que aporten los medios necesarios
para garantizar una oportunidad de formación a todos los ciudadanos. Por
otra parte, la flexibilización de horarios y espacios es condición imprescindible
para poder ofrecer la formación que necesitan sin interrumpir en sus obligaciones
laborales y familiares. En este sentido, para que los trabajadores participen
en el aprendizaje permanente se sugiere, entre otras medidas, la utilización
de contratos a tiempo parcial, la rotación o cambios de tareas en el empleo,
la reestructuración de la jornada de trabajo, la concesión de permisos
individuales -se podría considerar la modalidad de «cheques en horas de
formación»- y el acceso a la formación desde el hogar (...).
R.
Barroso
ABC. 25 de noviembre de 2003
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