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Madrid.
JULIA FERNANDEZ
La pasión que Matisse desarrolló por el dibujo le hizo convertirlo
en la más apropiada de las artes para expresar sus sentimientos
ante la vida: "Mi dibujo a trazo es la traducción más
pura y directa de mi emoción", afirmó el pintor cuando
llevaba ya décadas de reconocimiento internacional. Contra la idea
establecida del dibujo como, y únicamente, base de posteriores
creaciones en materias más perdurables, este hombre que entra en
la historia de la plástica desde sus primeras exposiciones en París,
lo reivindica como una inmemorable plataforma para expresar toda la profunda
y compleja trama de sensaciones que provoca la vida en el ser humano.
También para explorar nuevas sendas para la pintura y la escultura.
En sus litografías,
monotipos, grabados, aguatintas y collages, Matisse avanza desde el dibujo
a técnicas que le permiten una diversidad expresiva que, en los
años treinta, logrará con el solo uso del modesto carboncillo:
un medio con el que creará muchas de sus grandes obras en papel.
Sus trazos en blanco y negro difuminado tienen la vibración mágica
de la emoción que él buscaba expresar.
Esculpir
en color
Unido
desde sus comienzos pictóricos al movimiento Fauve y a sus postulados
estéticos sobre el uso de los colores puros, Matisse será
uno de los profetas más agraciados del estallido colorista de este
movimiento, al que había dotado de sabiduría y profundidad.
Pero su búsqueda de un lenguaje sin cortapisas ni decálogos
formalistas le llevan a tratar también el color desde una nueva
perspectiva: esculpir el color como un escultor esculpe la piedra. Así
lo dejó escrito él mismo: "Dibujar con tijeras, recortar
sin rodeos en el color me recuerda el corte directo de los escultores".
La exposición
"Matisse: Espíritu y sentido" que estos días ofrece
la Fundación Juan March en Madrid habla de esta forma de entender
el trazo y el color por uno de los genios del siglo anterior. A través
de sus 123 obras, la muestra descubre un Matisse-niño que se atreve
a despojarse de todo lo sabido o intuido para adentrarse en caminos sólo
experimentados por él en cada momento. Acuarelas, pasteles, dibujos,
guaches recortados, linograbados y litografías, realizadas entre
1900 y 1952, se estructuran en cinco apartados temáticos: El circo,
La pesadilla del elefante blanco, Icaro, Formas y La Laguna. Su conjunto
es la expresión completa del espíritu y la idea de Matisse.
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