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Madrid.
JULIA FERNANDEZ
En el Meditérraneo del siglo VIII a. de C. nace el arte de realizar
las bellas imágenes de los tapices de lana en los suelos de las
casas, ensamblando pequeñas piedras de colores variados. Un ocurrente
paso de la civilización que posibilitaba lavar con abundante agua
los suelos y desterrar el polvo y el lodo de las casas y que se convirtió
en el medio expresivo artístico de toda una región geográfica.
Su carácter
análogo a la pintura –sobre la que poseía una mayor resistencia
al tiempo- hizo de esta técnica de revestimiento de los suelos
un soporte de crear imágenes que hablaban de la vida, del amor,
de la muerte, de los dioses y sus acciones sobre el mundo. Sus mitos,
escenas y símbolos creadas en piedras lograban dar al recinto familiar
una atmósfera casi sagrada, de reflexión y diálogo
con las musas. Se lograba el mito helenístico de convivir con los
dioses, compartiendo los avatares diarios de la existencia.
Un
universo mítico
El
visitante de la exposición abierta estos días en el Museo
Arqueológico Nacional vuelve su mente a esta realidad mítica
al contemplar los mosaicos reunidos, procedentes de los más dispares
lugares de la cuenca mediterránea. Organizada por Together in the
World, Unión Latina y el Ministerio de Educación, Cultura
y Deporte, la muestra "Mosaico romano del Mediterráneo"
aborda la mayor apuesta realizada en Europa para la comprensión
conjunta de esta manifestación artística. Expuesta en las
salas dedicadas al mundo romano del Museo Arqueológico, para poder
integrar ejemplos valiosos de este arte imposibles de trasladar, la muestra
recorre la evolución artística del mosaico a través
de algunas de las más significativas obras que han llegado a nuestros
días.
Las sesenta
obras procedentes de Túnez, Marruecos, Portugal, Francia, Italia,
Siria y España, algunas de gran complejidad y tamaño, están
agrupadas en cuatro bloques temáticos que muestran las grandes
áreas de inspiración de esta manifestación artística:
Vida cotidiana, Jardín imaginado, Mitología y Animales y
juegos. A través de sus imágenes, no sólo accedemos
a la belleza formal creada sino a todo un universo mítico que forma
parte de nuestra propia memoria.
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