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Asociada
a imágenes bélicas, laborales o míticas, la playa careció
hasta mediados del siglo XIX de una representación cálida y
amable en el imaginario humano. Ahora, una exposición organizada por
la Fundación Mapfre Vida nos acerca a los primeros encuentros de los
pintores con la luz, el calor y la vida de un litoral marítimo que
tan tardíamente la sociedad descubrió y sintió.
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Madrid.
JULIA FERNANDEZ
El mar, considerado históricamente por la sociedad como amenazador,
insalubre y enigmático, era visto sólo como un lugar de
trabajo, de transporte o incluso de batalla. Su representación
en la pintura española fue escasísima antes de finales del
siglo XVIII, en que algunos creadores comenzaron a realizar vistas de
ciudades costeras de forma detallada y casi topográfica, esperando
dar paso más tarde a las sugerentes imágenes de los románticos.
Pero el auténtico
nacimiento de una representación plástica del mar y de su
playa es parejo a la nueva visión que sobre su esencia comienza
a tener la sociedad española en la segunda mitad del siglo XIX.
La filosofía higienista, surgida como reacción a la vida
empobrecida y sucia de los nuevos núcleos urbanos y el surgimiento
de una clase social próspera que buscaba ampliar sus medios de
disfrute y placer, fueron pilares sobre los que se llevó a cabo
la aproximación al lado más luminoso y benéfico de
lo marítimo: el mar y su playa acababan de entrar de forma definitiva
en el imaginario humano como esa arcadia feliz que prometían los
sueños infantiles.
Un
enigma descifrado
Paisajes
costeros llenos de nuevas y brillantes construcciones, elegantes playas
y aristocráticos balnearios de San Sebastián, Santander,
Zarauz...o Irún; abruptas y recónditas calas catalanas;
soleadas y desconocidas playas de las islas Baleares; y, por último,
un radiante Levante, inundado de luz y sol, que iniciaba la reconciliación
con un sur que sólo décadas después sería
descubierto y vivido en su esplendor. Son fases de un acercamiento y una
vivencia que la muestra "A la playa. El mar como tema de modernidad
en la pintura española 1970-1936", reproduce en sus más
de ciento cuarenta obras. Los treinta pintores que reflejan estos espacios
y sensaciones fueron los singulares y prodigiosos registradores de una
fiesta de encuentros del ser humano con una naturaleza anteriormente rechazada.
Obras de Carlos
de Haes, Joaquín Mir, Ignacio Pinazo, Dalí, Cecilio Pla,
Darío de Regoyos, José Navarro...o del mayor testigo y amante
que ha tenido nuestro litoral: Joaquín Sorolla. Sus impresiones
unen nuestra actual memoria con un tiempo en que la sensibilidad humana
comenzó a entender el enigma del mar.
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