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L
Club Siglo XXI me presta generosamente su prestigiosa tribuna y
me proporciona una magnífica ocasión para reflexionar en
voz alta ante ustedes sobre los problemas de la Educación.
Quisiera organizar
mi intervención en una doble vertiente.
Por un lado,
me referiré a aquellos problemas educativos, bien conocidos y diagnosticados,
que el Ministerio que dirijo se propone ir abordando con diferentes medidas
legales a lo largo del próximo año. Un ejemplo son los Reales
Decretos de Enseñanzas Mínimas, debatidos estos días
por la opinión pública, que serán aprobados en un
plazo muy breve por el Consejo de Ministros.
Por otro lado,
no hay duda de que la Educación presenta, en la actualidad, multitud
de incógnitas e incertidumbres. Unas incógnitas y unas incertidumbres
que no pueden disociarse, sino que van estrechamente unidas a unas amplísimas
posibilidades de renovación del sistema educativo.
Me refiero
a todo el cambio que va asociado a la que nos hemos acostumbrado a llamar
Sociedad del Conocimiento.
Antes de adentrarme
en ambas vertientes, deseo precisar algunas coordenadas políticas
de fondo.
El siglo XX
ha sido en el mundo, y en Europa especialmente, el siglo de los totalitarismos,
pero también el de la reconstrucción de la democracia liberal
que, finalmente, ha triunfado sobre sus peores enemigos: el comunismo
y el fascismo.
No es este
el momento de abordar de qué maneras esos fermentos totalitarios
se reorganizan y nos amenazan hoy en día, aunque el rastro doloroso
de algunos lo conocemos todos.
Pero sí
es preciso no perder de vista que, a la derrota del intervencionismo masivo
del Estado en la sociedad -que, entre otras cosas, los totalitarismos
representan- le ha seguido, en la Europa Occidental, la crisis del Estado
de bienestar. Esa crisis se ha producido fundamentalmente como resultado
de la globalización y la organización de un mercado efectivo
a escala planetaria.
Tanto en ese
plano, como en el correspondiente a cada una de las sociedades europeas
avanzadas, las relaciones entre el Estado y la sociedad, y entre el Estado
y el mercado, se han replanteado y siguen replanteándose profundamente.
Para ser más
concisa: ni un moderado proteccionismo de la economía nacional,
ni una política de altos impuestos y redistribución fiscal
garantizan hoy, sobre todo a medio y largo plazo, el bienestar de los
ciudadanos.
Comparto totalmente
la afirmación de Carlo Pelanda, catedrático de Ciencia
Política de la Universidad de Bolonia, cuando señala que
el principal problema de la economía de mercado, una vez liberalizada
en profundidad, no es que no ofrezca abundantes oportunidades para todos,
sino que, a menudo, faltan las condiciones para que el mayor número
de personas pueda aprovecharlas.
Sabemos que
la inversión fluye hacia aquellos países donde la presión
fiscal es baja, la ley se cumple y las infraestructuras son buenas. Pero
todavía fluye mejor cuando la cultura es rica y vital y la cualificación
educativa de sus ciudadanos alcanza niveles altos o muy altos.
Por tanto,
y para abordar ya directamente el fondo del asunto, es tarea de la Educación
hacer posible que los ciudadanos estén en condiciones de aprovechar
esas oportunidades.
Esto convierte
a la educación en el núcleo del bienestar y la cohesión
social. La centralidad de la educación hace posible que el concepto
de bienestar, lejos de coartar la iniciativa individual, sirva para estimular
el protagonismo de los individuos en la construcción de su propia
vida.
Ninguna misión
puede resultar más estimulante y sensata para el Reino de España,
dentro de la Unión Europea, y en un mundo presidido por la globalización,
que la de ser un país de impuestos moderados y amplios incentivos
a la inversión. Sobre todo, si somos capaces de reforzar estos
factores con una creciente calidad de nuestro capital humano.
Sociedad
del conocimiento
Querámoslo
o no, avanzamos cada día más en el desarrollo de la Sociedad
del Conocimiento, un tipo de sociedad que se caracteriza por un amplísimo
acceso a una masa ingente de información y conocimientos, cuyo
tratamiento es posible gracias a un conjunto de tecnologías que
tienen en Internet su concreción más significativa.
Gracias a esta
tecnología, la jerarquía de las empresas se reconstruye
de un modo mucho más flexible; se modifican las fronteras entre
el espacio dedicado al trabajo y el de la vida privada y, en fin, la actividad
laboral se personaliza y permite una mayor creatividad.
Todos estos
cambios nos indican que la Educación representa hoy el corazón
mismo del empleo y, como consecuencia, es la llave para una vida digna
en una sociedad global.
Señoras
y señores: Acabo de situar la Educación en el centro
de las nuevas políticas del bienestar y de subrayar el decisivo
papel del capital humano en el desarrollo económico y la creación
de riqueza.
Ambos procesos,
tal y como señalaba al principio de mi intervención, ponen
en crisis la Educación recibida hasta ahora, al mismo tiempo que
abren nuevas y extraordinarias posibilidades de actuación en este
campo.
Si he de anticipar
la exigencia fundamental que la Sociedad del Conocimiento plantea al sistema
educativo, ésta es la de la Educación Permanente, que puede
definirse como la capacidad de aprender a aprender a lo largo de la vida.
Para que este
aprendizaje sea posible hace falta una Educación básica
sólida, que es aquélla que se recibe de los tres a los dieciséis
años y está compuesta por la Educación Infantil,
Primaria y Secundaria.
El objetivo
básico de esta fase de la Educación consiste en proporcionar
al alumno el dominio de las llamadas áreas instrumentales (esto
es, Lengua y Matemáticas), a lo que debe añadirse el conocimiento
de una lengua extranjera. Además, y fundamentalmente en el caso
de los alumnos que cursan el Bachillerato, es preciso añadir la
asimilación de un mínimo de cultura humanística y
científica.
Nada más
alarmante para el futuro de la Educación Permanente que esos informes
que señalan que significativos porcentajes de alumnos no entienden
lo que leen, no sabe expresarse por escrito, carecen de nociones básicas
de cálculo y geometría o desconocen por completo y no sienten
el menor interés por saber si la Edad Media cristiana precedió
o vino después del Egipto de los faraones.
Es en este
horizonte de preocupaciones en donde se inscriben los RRDD sobre Enseñanzas
Mínimas que el Ministerio presentó la semana pasada.
Se
trata, señoras y señores, de un primer paso para
avanzar hacia una Educación básica de calidad, cuyos componentes
fundamentales, ésos que acabo de mencionar, se vienen debilitando
de forma preocupante.
A esta pérdida
de calidad puede haber contribuido la masificación del sistema
educativo entre los catorce y los dieciséis años, pero es
también el resultado de un igualitarismo mal entendido ante el
aprendizaje, que amenaza con expulsar la calidad del sistema público
de Educación.
Los RRDD
que acabo de presentar no son la panacea. Un reciente editorial los definía
con acierto, al tratarlos como "un pequeño paso hacia una
gran reforma" .
La elaboración
de los RRDD ha sido escrupulosa con lo que era posible cambiar
de la LOGSE sin modificar aspectos sustantivos de la ley. Los RRDD
no hacen sino aplicar sus propias previsiones.
Mejora
de la calidad
El
equipo ministerial ha perseguido dos objetivos fundamentales con los Reales
Decretos:
En primer lugar,
poner en marcha con ellos un gran esfuerzo para la mejora de la calidad
en las enseñanzas básicas de Secundaria.
En segundo
lugar, vertebrar estas enseñanzas de manera homogénea para
todo el sistema educativo, y atajar la amenaza de tener que establecer
procedimientos de convalidación entre unas Comunidades Autónomas
y otras.
De esta forma,
el Estado se limita a aplicar sus competencias exclusivas en materia de
Educación.
Otras medidas,
que sin duda la opinión pública y una gran parte del profesorado
esperan –por ejemplo, una organización más coherente y formativa
de los tipos de bachillerato; una mayor diversificación de los
niveles de aprendizaje, según las necesidades y capacidades de
los alumnos; o bien la posibilidad de optar antes por la Formación
Profesional–, vendrán con la anunciada y próxima Ley
de la Calidad de la Enseñanza.
El problema
cardinal en este terreno sigue siendo rebajar el 25% de abandono en la
Enseñanza Sencundaria, un objetivo que sería perfectamente
engañoso perseguir reduciendo todavía más los niveles
de calidad y exigencia.
Señoras
y señores: La Educación Permanente, que como vengo explicando
tiene su fundamento en una educación básica de calidad,
puede desarrollarse a través de cauces tradicionales o a través
de formas no regladas.
La Universidad
representa, sin duda, el cauce más tradicional de nuestro sistema
educativo, aunque eso no la excluye de ir experimentando importantes transformaciones
y, menos todavía, de cambios legales orientados a mejorar su calidad.
En este caso,
la calidad depende de un aumento de la competencia entre las distintas
universidades y de una mayor movilidad de profesores y alumnos, objetivos
que se propone alcanzar la Ley sobre Universidades que estamos
preparando.
No basta con
que la Universidad sea autónoma. Es necesario que se compita por
los mejores alumnos y los mejores profesores, según el tipo específico
de oferta que cada Universidad se proponga desarrollar. Esa oferta habrá
de ser cada vez más especializada.
La necesidad
de una mayor cualificación y la difusión de la Educación
Permanente impulsarán todavía más la generalización
de los estudios universitarios.
Por otra parte,
ha habido una multiplicación extraordinaria de la oferta universitaria
en los últimos veinte años. En este período, hemos
pasado en España de tener 36 universidades a más de 60.
De las consideraciones
anteriores se deduce una consecuencia más evidente, y es que la
relevancia futura de los estudios universitarios dependerá, cada
vez más, del nivel de calidad y del prestigio de la Universidad
que los imparta, y no del simple hecho de que se trate de estudios superiores.
Si en el nivel
de la educación secundaria nos preocupa intensamente el 25% de
abandono escolar, tampoco podemos perder de vista que, en lo que se refiere
a los estudios universitarios, el porcentaje de alumnos que los termina
es un 15% inferior a la media europea. Además, nuestros estudiantes
universitarios emplean más tiempo que los europeos en conseguirlo.
Por otra parte,
la demanda de estudios universitarios en España es superior a la
de la Unión Europea, donde es mayor, por el contrario, el porcentaje
de alumnos que elige una Formación Profesional de Grado Superior.
Todavía
nos distanciamos más de la media europea cuando examinamos el porcentaje
de estudiantes que eligen, en nuestro país, los estudios de Bachillerato
frente a los de Formación Profesional de grado medio.
A lo anterior
se añade otro factor, y es que, en comparación, por ejemplo,
con los estudios primarios, los costes de la Universidad están
subvencionados en España por el conjunto de la sociedad, en beneficio
de un alumnado que se nutre todavía en lo fundamental de los niveles
de renta medios y altos.
La consecuencia
de esta escasa participación individual y familiar en el coste
de la educación universitaria es que éste no presiona a
favor de una mayor calidad de los estudios superiores.
Adecuación
del sistema universitario
Señoras
y Señores: Es fundamental darse cuenta de que la Universidad
española se ha convertido en una red muy compleja de instituciones
dotadas de una fuerte autonomía, tanto en relación con el
Estado como con las Comunidades Autónomas.
Sin embargo,
la adecuación del sistema universitario a las nuevas exigencias
de calidad se sigue mirando a menudo como si se tratara todavía
de la vieja y centralizada Universidad del pasado. Nada más lejos
de la realidad.
Lo cierto es
que todo este entramado universitario deberá ir diversificándose
conforme a la demanda social. En este sentido, tendrá especial
incidencia la demanda estudiantil que hará posible la implantación
del distrito abierto. Esa demanda se orientará cada vez más
por el prestigio y la excelencia académica que demuestren las Facultades
y Departamentos, tanto en licenciaturas de marcado carácter profesional,
como en aquellos otros estudios orientados a la investigación y
a la creación de conocimiento.
Un importante
objetivo de la nueva Ley de Universidades será estimular
esa diversificación mediante la información y la transparencia
sobre las calidades de la oferta de estudios superiores. A esa transparencia
contribuirán otros dos objetivos de la ley: una mayor movilidad
de profesores y estudiantes y un sistema de becas más eficaz.
También
habrá de hacerse más fiable la selección del profesorado
universitario estable y los caminos de investigación y docencia
que conduzcan a esa situación. De nuevo aquí la movilidad
y la competencia a escala nacional, en lugar del cierre sobre una base
territorial, serán claves para mejorar la situación de los
estudios universitarios.
Señoras
y señores: Junto con la Universidad, el otro cauce de Educación
Permanente y carácter reglado al que quiero referirme es el de
la Formación Profesional.
La FP constituye
un tipo de enseñanzas de capital importancia para el desarrollo
de la Sociedad del Conocimiento, ya que esta rama de la educación
aparece especialmente ligada a la creación de empleo.
Las transformaciones
económicas y sociales que se derivan del desarrollo de las nuevas
tecnologías de la información y de la comunicación
están poniendo sobre la mesa unas demandas de mercado a las que
los Sistemas Educativos han de prestar atención.
Así
se recoge en las distintas cumbres internacionales.
El Consejo
Europeo de Lisboa, celebrado el pasado mes de marzo, planteó
como objetivo reforzar el empleo, de manera que "la Unión
Europea —se dice en las conclusiones de la Presidencia— se convierta
en la economía del conocimiento más competitiva y dinámica
del mundo, capaz de un crecimiento sostenible, con más y mejores
puestos de trabajo, y con una mayor cohesión social".
Haciendo referencia
a la formación, las conclusiones destacaban la necesidad que los
sistemas de educación y formación europeos tienen tanto
de adaptarse a las demandas de la Sociedad del Conocimiento, como
de mejorar el nivel y la calidad del empleo.
Se advertía
además en la Cumbre de Lisboa del riesgo que corren jóvenes
y adultos, parados y ocupados, de ver sus cualificaciones desbordadas
por un rápido proceso de cambio.
Se adelantaba,
en fin, el nuevo planteamiento de la educación, la llamada "educación
a lo largo de toda la vida". Una educación que ofrezca oportunidades
de aprendizaje y formación, y que se adapte a distintos destinatarios
en diversas etapas de sus vidas.
En definitiva,
la Cumbre de Lisboa ha situado a los gobiernos ante la necesidad
de acordar un programa ambicioso de creación de infraestructuras
de conocimiento.
El
impacto de las nuevas tecnologías
Este
objetivo encuentra su razón en el desarrollo de las Tecnologías
de la Información y de la Comunicación. A ellas me voy a
referir brevemente, para ilustrar mejor las medidas que al respecto abordará
mi Departamento.
Lejos de disminuir
el nivel de empleo, las nuevas Tecnologías de la Información
y de la Comunicación están creando oportunidades de desarrollo
e impulso laboral. Están transformando la naturaleza del trabajo
y la organización de la producción hasta tal punto que con
ellas, podríamos decir, se está reconstruyendo un nuevo
panorama laboral.
Este nuevo
panorama tiene, entre otras, las siguientes características.
En primer término,
un cambio en el desarrollo de la productividad: la producción masiva
está desapareciendo en favor de otra más diferenciada y
especializada.
Las nuevas
tecnologías cambian los modos de trabajo. Se incrementa la cooperación
a través de la red, se recurre más a la subcontratación,
y se desarrolla el trabajo en equipo. Disminuyen, así, las tareas
rutinarias y repetitivas, para dar paso a un trabajo cada vez más
cargado de tareas inteligentes que requieren iniciativa y adaptación.
Como consecuencia,
la organización de la empresa evoluciona hacia una mayor flexibilidad
y descentralización. Cada vez será más frecuente
que las empresas gestionen a partir de proyectos concretos y específicos.
Todo esto lleva
consigo un nuevo perfil de trabajador. Lo que la empresa de hoy busca,
ustedes lo saben bien, es el "trabajador del conocimiento", pues éste,
el conocimiento, se ha convertido en el fundamento de la competitividad.
El talento,
la creatividad, y la innovación de los empleados son los factores
clave para el desarrollo. Tendrá éxito, por tanto, aquél
o aquélla que posea la capacidad de renovar sus conocimientos,
y de desarrollar y mantener un amplio abanico de habilidades.
Una vez afirmado
lo anterior, no puedo dejar de recordar que el efecto de las nuevas tecnologías
tiene también una cara negativa, que deseo abordar con realismo.
Bien es verdad
que aumentan, como he expuesto, el papel del factor humano en el proceso
de producción. Pero también es verdad que hacen al trabajador
más vulnerable a las transformaciones de la organización
del trabajo.
De hecho, algunos
países -entre los que se encuentra el nuestro- llegan a situaciones
paradójicas en las que convive el paro con la falta de mano de
obra en algunos sectores y ocupaciones. Faltan trabajadores para determinadas
profesiones, porque no hay personas con la necesaria cualificación.
Las transformaciones
a las que me acabo de referir plantean al sistema educativo un reto de
gran interés, que el Ministerio que dirijo está dispuesto
a afrontar con actitud innovadora y ambiciosa.
Les puedo asegurar
que el mundo educativo no es ajeno a los cambios que se están produciendo.
Si faltan profesionales para los nuevos empleos es, no me cabe ninguna
duda, porque faltan acciones formativas adecuadas. Y mi Departamento quiere
salir al paso de esta demanda.
Somos conscientes
de que hay que acercar la educación al empleo. Hay que acercar
las "maneras de aprender" y las "maneras de producir".
Y estamos decididos a llevar a cabo procesos formativos que, utilizando
las nuevas tecnologías, respondan a las necesidades de las profesiones
que actualmente se están diseñando.
Por tanto,
es un reto aunar la formación en los centros educativos con la
formación que se imparte en los centros de trabajo, para hacer
de la educación y de la formación algo verdaderamente decisivo
para el mercado de trabajo y para la sociedad.
Sólo
el encuentro entre estas necesidades generará empleo. Ésta
es la dirección en la que mi Departamento piensa conducir sus esfuerzos.
Ley
Orgánica de FP
Señoras
y Señores: Estamos trabajando en un proyecto de Ley Orgánica
sobre la Formación Profesional que será enviada al Parlamento
en los próximos meses.
Es importante
resaltar que la Formación Profesional en España ha experimentado
cambios importantes en los últimos años. Se ha realizado
un gran esfuerzo para divulgar este tipo de estudios, que disponen ya
de un amplio Catálogo de Títulos Profesionales, que alcanza
la cifra de 136, y que abarca la casi totalidad de los sectores productivos.
Hoy podemos
decir que la Formación Profesional goza de mayor prestigio en la
sociedad. De esta realidad da fe el incremento de las cuotas de empleo
en las recientes promociones que los han cursado: un 67% de titulados
obtiene un empleo nada más terminar los estudios. Habla también
en este sentido el hecho de que, en los últimos tres años
se haya triplicado la demanda de este tipo de formación.
La mejora que
acabo de apuntar se debe, entre otras cosas, a que son los propios empresarios
-que conocen bien cuáles son las necesidades de cualificación
que tiene el sistema productivo- quienes han colaborado estrechamente
en la definición de los ciclos formativos.
No quiero dejar
pasar esta ocasión sin expresar mi satisfacción por esta
colaboración. Una colaboración esencial que los agentes
sociales están prestando al sistema educativo para la definición
y desarrollo del sistema de Formación Profesional.
Por otra parte,
en el marco del diálogo social impulsado por el Partido Popular
desde 1996, el Gobierno y los agentes sociales han logrado importantes
acuerdos encaminados a favorecer el empleo.
Entre ellos,
el Programa Nacional de Formación Profesional, que fue elaborado
en el Consejo General de la Formación Profesional.
Este Programa,
aprobado por Acuerdo del Consejo de Ministros en marzo de 1998, constituye
un excelente marco para definir las políticas de formación
profesional que favorecen el empleo.
Pero necesitamos
seguir avanzando. Los números reclaman mayores esfuerzos: mientras
que en la Unión Europea el 57% de los estudiantes de Enseñanza
Secundaria no obligatoria sigue estudios de Formación Profesional,
en España sólo lo hace un 37%.
El objetivo
del proyecto de Ley sobre la Formación Profesional que estamos
preparando, consiste, en términos generales, en articular e integrar
eficazmente las ofertas de formación con las necesidades del mercado
de trabajo. Para ello es preciso identificar las cualificaciones que está
requiriendo el sistema productivo, diseñar en consecuencia los
procesos formativos, y establecer un sistema de acreditación que
avale las cualificaciones adquiridas.
Más
específicamente, el proyecto de Ley establecerá un sistema
de Formación Profesional que deberá contener los siguientes
elementos.
-Un Sistema
de Cualificaciones Profesionales, que refleje en un catálogo los
estándares de competencias que requiere el mercado de trabajo.
Se trata de
conocer bien qué se necesita saber hacer. La identificación
de las cualificaciones profesionales del referido Catálogo
deberán caracterizarse por:
-Ser adecuadas
a las necesidades de la producción.
-Adaptarse
con facilidad a los cambios tecnológicos y sociales.
-Ser lo suficientemente
amplias como para facilitar las oportunidades de empleo.
-Animar a las
personas a desarrollar su competencia e incrementar su cualificación
profesional.
-Y, por último,
han de facilitar la planificación integrada de las acciones formativas.
Una vez identificadas
las cualificaciones que necesita el sistema productivo, hemos de diseñar
la formación que satisfaga esas necesidades.
Ese es el objetivo
que se propone el nuevo Sistema de Formación Profesional, que establecerá
un catálogo modular de formación que sea el referente para
definir los procesos formativos.
Esta formación
podrá ser de carácter reglada o no reglada, y podrán
impartirse por todas las Administraciones Educativas y Laborales como
por los Agentes Sociales.
El nuevo sistema
de Formación Profesional debe reconocer a la persona la cualificación
que posee. Para que ese reconocimiento sea posible, es preciso establecer
referencias comunes que acrediten las cualificaciones, de tal manera que
un profesional de cualquier sector empresarial encuentre avalada por una
acreditación, que esté reconocida por todos, aquello que
sabe hacer.
Esta acreditación,
además, quedaría abierta al reconocimiento de la capacitación
adquirida por la experiencia profesional.
Sistemas
de cualificaciones
Señoras
y Señores: Lo que nos proponemos conseguir, por tanto, es un
sistema de cualificaciones profesionales moderno, bien articulado, que
nos permita disponer de recursos humanos lo suficientemente formados y
en los campos profesionales requeridos, con el fin de que nuestras empresas
puedan ser competitivas en el espacio global en el que tienen que desenvolverse.
Todo este proceso
tendrá un carácter dinámico y flexible. Se realizará
mediante una permanente observación del sistema productivo, a través
de lo que técnicamente se denomina "observatorios profesionales",
situados en las diversas Comunidades Autónomas, o a cargo de sectores
empresariales o sindicales.
De tal manera
que, identificada una nueva cualificación, pueda ser introducida
con agilidad en el Sistema de Cualificaciones, y se diseñe con
rapidez su correspondiente proceso formativo.
Esta secuencia
estrechará la relación entre el sistema educativo y el sistema
productivo, coordinación que redundará positivamente en
favor del empleo.
La transparencia
vuelve a ser un requisito esencial también en este campo. Por eso,
la nueva Formación Profesional integrará también
un Sistema de Información y Orientación para que todos,
trabajadores, empresarios y sindicatos, conozcan las cualificaciones que
se requieren, así como los centros que ofrecen la formación
correspondiente.
En definitiva,
con este proyecto de Ley se conseguirá integrar los tres sistemas
de Formación Profesional:
-El de la Formación
Profesional inicial, del que es responsable el sistema educativo,
-El de la Formación
Profesional ocupacional, del que responden las Administraciones Laborales,
-Y el de la
Formación Profesional continua, en el que los agentes sociales
tienen un papel importante.
En definitiva,
al tiempo que estamos construyendo una sociedad más formada, más
justa y más estable, estaremos favoreciendo la capacidad de empleo
de las personas y la competitividad de nuestras empresas.
Actualización
permanente
Señoras
y Señores: Todo esto nos lleva a una cuestión final,
un nuevo planteamiento de la educación, al que ya me he referido,
y que ya se conoce como "educación permanente" o "educación
durante toda la vida".
La rápida
evolución de la sociedad exige una actualización permanente
del saber. Nadie espera hoy, la experiencia lo demuestra, que la preparación
recibida en la juventud sea suficiente para acometer las diversas etapas
del proceso vital.
A esto han
sido sensibles los gobiernos, como lo pone de manifiesto la Declaración
de Hamburgo sobre la Educación de las Personas Adultas, y,
de nuevo, la Cumbre de Lisboa. Aquí la formación
permanente se plantea como una necesidad de dar respuesta a los múltiples
cambios organizativos y técnicos que experimentan los sistemas
de producción y las empresas.
Este nuevo
enfoque de la educación permanente implica una concepción
amplia y rica del aprendizaje.
Se aprende,
efectivamente, no sólo en la escuela o en la Universidad, sino
también en la familia, en el ocio, en la vida comunitaria o en
el trabajo cotidiano. Este aprendizaje en amplitud nos demuestra también
que enseñar y aprender son papeles y actividades que se pueden
cambiar e intercambiar en diferentes momentos y lugares.
La formación
permanente permitirá a los individuos construir sus propios modos
de aprendizaje, de forma que, en todo momento, se pueda hacer uso de la
capacidad de aprender autónomamente, y en continua actualización.
Esta formación
permanente incluye actividades formales y no formales de aprendizaje,
de educación reglada y no reglada.
Las posibilidades
aquí son múltiples: cursos, formación en el puesto
de trabajo, aprendizaje a distancia, auto-aprendizaje, conferencias, seminarios,
etc.
Pensemos, por
un momento, en las posibilidades que ofrece Internet para que grupos de
padres y profesores organicen, con la economía de costes que la
Red permite, la educación que encuentren más adecuada para
sus hijos, al margen tanto de los problemas de los sistemas educativos
públicos, como de los costes, a veces elevados, de la escuela privada.
En una palabra, lo que los norteamericanos denominan Escuelas Charter.
Esta es,
precisamente, una de las vías por donde considero que España
podría ofrecer una interesante aportación durante su Presidencia
de la Unión Europea. En la medida en que este tipo de formación
sea capaz de superar barreras nacionales, y no esté condicionada
por las distintas normativas educativas, aparecerán nuevas formas
de colaboración internacionales.
En áreas
como Iberoamérica, están entrando con fuerza modelos de
formación permanente estadounidenses. No podemos olvidar a este
respecto, que la variedad lingüística y nacional de Europa,
al tiempo que proporciona una gran riqueza, dificulta la proyección
universal de la cultura europea y sus productos.
Por eso, considero
un reto para la Unión Europea llegar a ofrecer un modelo común
de formación permanente, que esté bien articulado, y que
mediante el uso de las nuevas tecnologías, afiance nuestra presencia
en este campo.
Queridos amigos:
He tratado de exponerles el contenido de las medidas que considero imprescindibles
para adaptar el sistema educativo a las exigencias de la llamada Sociedad
del Conocimiento, a la que yo, dando un paso más, me referiría
como "Sociedad del Aprendizaje".
Muchas gracias.
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